Después de un periodo otoñal, donde los cuerpos se alteran extrañamente, donde se entremezclan el calor, el frío, la lluvia, el viento, los anocheceres tempranos, donde aumentan las horas de sueño, y empiezan los catarros, los Colegios, las rutinas, después de los tonos marrones de las aceras que tanto he andado y de los árboles que tanto me han acompañado, llega el blanco impoluto de la Navidad…
... el frío que invita a frecuentar más de lo acostumbrado los andenes y túneles de metro, ese frío que invita a sentarse frente a un fuego en compañía de los amigos, de los amores, de la familia… esta época tan de abrazos y buenas caras, incluso de favores gratuitos… me gusta observar y darme cuenta lentamente de cómo cambia el aspecto de todo lo que nos rodea habitualmente, me acerco a ese puesto de madera con sus añitos ya, donde por 2 € te venden unas cuantas "castañas asadas" calentitas dentro de un cucurucho de papel de periódico… tengo suerte a mi no me las quieren cobrar nunca… y seguidamente me dispongo a tomar asiento en ese banco metálico tan céntrico, en pleno “km 0”…
... a pesar de los grados, la calle aumenta su temperatura de forma gradual a medida que se acercan esas fechas de último de mes y primeros del que viene… (que por lo que dicen ya se incluye en un nuevo año, aunque para algunos nos es difícil apreciar diferencia alguna entre un antes y un después a esas fechas)… como iba diciendo, en estas calles de adoquines y asfalto se va notando el calor de las fiestas que contrarresta el frío invernal, a la vez que se van engalanando de luces de colores, de formas variadas y llamativas, de copos de nieve artificiales, de gorros de Papa Noel adornando las cabezas de un buen número de los que se manejan estos días por el exterior, escaparates de tiendas con mensajes navideños, villancicos que se dejan oir entre la multitud… me gusta observarlo todo desde aquí, desde esta situación privilegiada que tengo ya que yo no padezco esas prisas, ni necesito de salidas de última hora para realizar las compras pendientes, me gusta disfrutar de este momento, me encanta este ambiente... quizás después de todo sea afortunado en cierta manera… aunque…
Desde que ha comenzado la cuenta atrás hasta el día 31, me marco la misma rutina, pasear y observar el movimiento, la evolución hacia las fiestas… que alegría da ver tanta vida, parejas sujetas del brazo comentando escaparates, niños recreándose en la Plaza Mayor, disfrutando de los puestos navideños con sus padres, familias al completo haciendo sus compras de Navidad, merendando juntos, risas, bromas, amigos inesperados que surgen de la nada… cuánta felicidad parecen desprender. juraría que es hasta contagiosa…
... Y ha llegado el día 24, esta noche las casas decoradas como merece la ocasión acogen familias enteras que se han reunido al calor del hogar para cenar juntos, cantar villancicos y contarse mil y una batallitas, los restaurantes y hoteles, para los que se lo pueden permitir, también acumularán gran cantidad de comensales en sus mesas, un fenomenal ambiente festivo, ¡cuánto se puede ver desde aquí!, desde este banco tan acogedor aunque algo frío,
... cuando el reloj de la "Puerta del Sol" marca las once y veinte de la noche, todo el gentío que estos días se repartía de manera vertiginosa por cada rincón de las calles de esta ciudad, ahora las han dejado desiertas, con sus luces y adornos, pero sin ese calor tan esencial de las personas, tan solo se oye el ruido de los neones, los transformadores de las farolas y algún que otro autobús o taxi de guardia… claro, vaya, si es tarde ya, es hora de cenar… estaba absorto en esos pensamientos, en la magia del momento y no me he dado cuenta del tiempo... sin vacilar un segundo, mirando el reloj de la fachada, cojo mi cucurucho de papel, mi gorra de lana y rápidamente me pongo en pie para no llegar tarde a casa y no hacer esperar a todos… es de mala educación... pero.... "a casa"… "a todos"… sin llegar a dar un paso, y con la mirada perdida en las agujas de ese emblemático reloj, una neblina húmeda entorpece mi visión…. ¡seré idiota!… sonrío de manera sarcástica y con un gesto de resignación, vuelvo a tomar asiento, con mi gorro puesto, abrigado todo la más que puedo y dispuesto a pasar esa noche envuelto en una lujosa y amplia casa de cartón con vistas al mar, o a la nada, depende del sueño que toque acometer esa noche… a pesar del frío creo que puedo llegar a sonreir...
FELIZ NAVIDAD AMIGOS...
y DULCES SUEÑOS...
M@